Financiación de la transición digital

La trágica guerra de Ucrania -y sus múltiples consecuencias directas en todo el continente europeo- relativiza, naturalmente, cualquier otra prioridad política. Sin embargo, la onda expansiva de la crisis humanitaria, geopolítica y económica en curso refuerza, más que disminuye, la importancia de completar la agenda planteada por la Comisión Europea al inicio de su mandato.

Esto incluye, por supuesto, el cambio climático que, con razón, era, hasta que el horror de la guerra volvió al continente, la principal preocupación de los ciudadanos de la UE. Pero el cambio climático no es la única transición que ha estado en el centro de la agenda de las instituciones europeas. La doble necesidad de que el continente esté a la vanguardia de los avances tecnológicos y de reforzar su soberanía digital ha llevado a la Comisión Europea a promover una Unión Digital. Y con razón.

En la próxima década, bautizada por la Comisión como «la Década Digital de Europa», nuestro continente se enfrentará a numerosos retos en este sentido. Europa tendrá que desarrollar infraestructuras digitales adecuadas y eficaces, aumentando la conectividad entre sus 500 millones de ciudadanos. Mejorar las competencias -básicas y mejoradas- de los ciudadanos de a pie y de los futuros expertos en tecnologías de la información. Fomentar su producción industrial de material tecnológico, como los semiconductores. Y buscar avances tecnológicos en áreas como la computación cuántica o la inteligencia artificial.

Echando un vistazo a esta lista no exhaustiva, uno puede darse cuenta de que el término «digital» engloba un amplio abanico de iniciativas potenciales distribuidas en torno a una gran variedad de sectores. Sin embargo, todas ellas necesitan dos de los mismos ingredientes: mucha innovación (no hay tecnología sin ideas) y mucho capital (no hay tecnología sin financiación).

En la intersección de ambos, se encuentra la industria del capital de riesgo y de crecimiento.

Las descripciones del capital riesgo siempre insisten en el papel clave que desempeña en la promoción del surgimiento de empresas innovadoras. Junto con los fondos de crecimiento, los fondos de riesgo son componentes clave de la cadena de financiación de las empresas que, surgidas de un garaje o de un laboratorio universitario, proporcionan las tecnologías del futuro.

No cabe duda de que la transición digital será la de las start-ups y scale-ups que ofrezcan nuevos servicios, o que ofrezcan los antiguos de forma más eficiente. Y estas start-ups, sobre todo después de la pandemia de Covid, necesitan el capital que pueden ofrecer estos fondos.

Esto se ve claramente en los datos que recogemos en Invest Europe, a través de nuestra Cooperativa Europea de Datos (EDC). El año pasado, las empresas de TIC representaron la mitad (49,6%) de las inversiones de riesgo en términos de cantidad de capital invertido y el 45,5% en número de empresas. Como puede verse en el siguiente gráfico, estas cifras han aumentado ligeramente en la última década, lo que demuestra que las empresas emergentes y las de escala de las TIC son cada vez más el centro de la estrategia de emprendimiento de la UE. Y esto sin contar con las numerosas inversiones de riesgo que, a pesar de realizarse en otros sectores como el de bienes y servicios de consumo o empresarial, también están dando forma a esta transición.

El mejor ejemplo de ello son las apuestas que los fondos de riesgo y de crecimiento hacen en entidades activas en tecnología financiera. Más conocidas como «fintechs», estas empresas son una parte crucial de la transición digital. Al permitir que los consumidores tengan un acceso más fácil a la financiación, pueden mejorar su vida cotidiana al darles un mejor acceso a los productos financieros que necesitan. Desde el punto de vista de la inversión, su desarrollo puede contribuir a mejorar los conocimientos financieros de todos, proporcionando aplicaciones más fáciles de entender y utilizar. De este modo, pueden contribuir tanto a los objetivos de la Unión Digital -al mejorar el conjunto de competencias de los ciudadanos de la UE- como a los de la Unión de Mercados de Capitales -al fomentar el acceso de los clientes minoristas a nuevos mercados-.

Hay muchas historias de inversiones exitosas de capital riesgo en empresas de tecnología financiera que ahora tienen el tamaño para competir a nivel mundial. Estas son las historias que Europa quiere que se repitan. No sólo por el bien de los clientes de la UE, sino también desde una perspectiva global. Casi veinte años después de la revolución de Internet, la Unión Europea debe dotarse de las capacidades necesarias para incubar a los campeones internacionales del mañana. Como dijo un grupo sueco, este es un ámbito en el que el ganador se lo lleva todo y Europa sigue estando por detrás de sus competidores

Por tanto, hay que hacer todo lo posible para que los fondos de riesgo y de crecimiento apoyen a las fintechs de la UE. Sin embargo, las oportunidades que ofrecen las recientes revisiones no siempre se aprovechan como deberían. El último ejemplo es la revisión del marco de los fondos de inversión a largo plazo europeos («ELTIFs»), una etiqueta voluntaria que permite a los gestores de fondos autorizados por la AIFMD comercializar a los minoristasclientes. Los ELTIF siguen sin poder invertir en ninguna «empresa financiera» cuando ésta opera con una de las muchas licencias financieras de la UE. Esto, a su vez, hace que sea especialmente difícil para los fondos de riesgo, de crecimiento y de capital riesgo más grandes apoyar a estas empresas.

Las Fintech son solo uno de los muchos ejemplos en los que se puede hacer más para apoyar las inversiones en las ideas, las personas y, en última instancia, las empresas que podrían poner a la Unión Europea a la cabeza. Hay muchas más acciones que pueden llevarse a cabo para desbloquear la capacidad de los fondos de capital para dar a las empresas innovadoras el impulso que necesitan.

Entonces, ¿a qué esperamos?