CoFoE y las listas transnacionales y la democracia

La democracia europea ha quedado aprisionada en una lógica estrictamente nacional. A pesar de que la globalización ha erosionado la eficacia de su acción, los gobiernos de los Estados miembros han optado repetidamente por enfoques unilaterales para abordar las crisis transnacionales, en detrimento de los derechos e intereses de los ciudadanos. Por tanto, en la Europa del siglo XXI es necesario superar la noción de que la democracia es un bien encerrado en las fronteras nacionales, e introducir en su lugar una visión de los procesos democráticos y participativos que traspase las fronteras existentes.

Sandro Gozi (Grupo Renew Europe) es diputado del Parlamento Europeo.

Las elecciones europeas no están impulsadas por un debate europeo, sino que son la suma de 27 debates, 27 campañas electorales y 27 resultados nacionales. De hecho, los partidos europeos no son todavía verdaderos partidos, ya que carecen de legitimidad al no haber sido nunca sometidos a una votación por sufragio universal y directo de los ciudadanos europeos. Más bien son confederaciones de partidos nacionales, sin ninguna influencia en las entidades que los componen. Los ciudadanos han identificado claramente este problema en el seno de la Conferencia sobre el futuro de la Unión, y han pedido votar directamente a los partidos políticos europeos. Quieren elegir en una primera etapa a la mitad de los miembros del Parlamento Europeo a través de los partidos políticos europeos, y en una segunda etapa a todos los miembros a través de este método.

La introducción de las listas transnacionales encaja en este marco como un primer paso necesario hacia la creación de un espacio político y civil europeo, y es una primera respuesta a esta demanda tan clara y fuerte surgida durante la Conferencia. Las listas transnacionales darían por fin contenido a una verdadera democracia europea, que necesita sujetos políticos y cívicos transnacionales con verdadera legitimidad democrática. Llenarían el vacío existente entre una democracia europea formal y la ausencia de una política verdaderamente transnacional.

Las listas transnacionales podrían tener un doble efecto positivo: contribuirían a la europeización de los partidos políticos y del debate público y proporcionarían un marco en el que podrían desarrollarse nuevos y viejos movimientos y alianzas políticas europeas. En otras palabras, permitirían convertirse en motores de un proceso de verdadera europeización de la política y de legitimación de los partidos e instituciones europeas. Las nuevas alineaciones electorales europeas tendrían la posibilidad de movilizar a los ciudadanos en torno a visiones, proyectos y programas para Europa en una perspectiva plenamente europea, sentando las bases de un verdadero espacio democrático europeo. Una nueva dimensión transnacional de la política europea reforzaría la legitimidad de una Europa más soberana, permitiendo avances sustanciales en el proceso de integración política, económica, cultural y militar de la UE, especialmente en ámbitos tradicionalmente sensibles como la seguridad, la defensa o los derechos fundamentales. Si queremos tener una Unión poderosa y soberana, también debemos garantizar que sea democrática y legítima

El acuerdo alcanzado por los principales grupos políticos pro-UE representados en el Parlamento Europeo sobre la reforma de la ley electoral europea representa por tanto un momento histórico para la Unión. En efecto, las elecciones europeas de 2024 podrían asistir por primera vez a la introducción de una lista transnacional compuesta por 28 escaños: un comienzo, un avance contra los muros de la política nacional sobre el que habrá que seguir trabajando en el futuro. Este logro no sólo es un éxito extraordinario per sesino que también es la premisa necesaria para una reforma más amplia y orgánica de la Unión. Algo ha cambiado radicalmente en nuestro continente tras el cobarde ataque ruso a Ucrania. Los gobiernos empiezan a ser conscientes de los beneficios que podría reportar una defensa común europea. Sin embargo, en ausencia de bases democráticas sólidas, todo intento de mayor integración no dará los resultados deseados y alimentará las críticas hacia la escasa transparencia y responsabilidad de las élites europeas. La cumbre de Versalles debe, pues, dar un fuerte impulso a la refundación de nuestra Unión.