Lo que se pierde cuando un anime clásico es adaptado por Netflix

Durante décadas, Hollywood ha luchado por adaptar el anime, un tipo de animación japonesa. El género tiene un estilo visual distintivo -fondos exuberantes, movimientos de cámara elegantes, expresiones faciales exageradas- que resulta extraño con actores reales. Además, la narrativa, que tiende a dramatizar el cambio gradual de un personaje, no siempre encaja en las estructuras argumentales habituales de Hollywood, basadas en el conflicto. El anime tiene una gran base de fans en Estados Unidos y ha inspirado la estética de cineastas como los Wachowski. Pero los intentos estadounidenses de captar su esencia en los remakes de clásicos como y Dragonball Evolution han supuesto en su mayoría fracasos de crítica y taquilla.

Así que la decisión de Netflix de adaptar Cowboy Bebop, una de las series de anime más célebres de todos los tiempos, siempre fue arriesgada. Ambientada en 2071, la historia sigue a una tripulación de cazarrecompensas que recorre el espacio a bordo de su nave, la Bebop. Cuando la serie se estrenó en Estados Unidos a principios de la década de 2000, Bebop se convirtió en una -pero inusual- serie. Para empezar, Bebop se sentía completamente maduro. A diferencia de muchos animes, la serie no se centraba en niñas mágicas o niños heroicos; los personajes centrales eran adultos con problemas de adultos. Cuando el público los conoce, ya han vivido las partes más importantes de su vida y sólo intentan reunir el dinero suficiente para seguir vagando por la galaxia.

El original Bebop también contaba con muy poco argumento. Aunque la búsqueda de recompensas por parte de los cowboys les llevaba a excursiones a menudo muy divertidas, el peso de la serie residía en el hecho de que esas aventuras eran en realidad distracciones de sus vidas, por lo demás monótonas. La serie mostraba repetidamente a la tripulación descansando en el barco, bañándose, leyendo revistas o podando plantas de bonsái. Muchos de los personajes que conocieron no volvieron a ser vistos. Las localizaciones no se volvieron a visitar. El aspecto de la serie era lúdico, pero sus temas eran melancólicos. El director, Shinichirō Watanabe, dio prioridad al ambiente sobre la narrativa -reclutando al compositor Yoko Kanno para que pusiera la banda sonora de jazz- y pasó de un homenaje a la blaxploitation en un episodio a un riff sobre Alien en otro. Cada viaje con el Bebop aportaba una sensación de incógnita, anclada por una colección de personalidades vivamente dibujadas.

El equipo creativo detrás de la nueva interpretación de Netflix respeta claramente la serie original y sus ingredientes. Watanabe actúa como asesor, y Kanno es el compositor de la serie. Los directores utilizan muchos trucos de cámara -tomadas individuales y ángulos sesgados- para igualar la vivacidad de su predecesora. Las citas de los diálogos Blade Runner, haciendo un guiño a las influencias de Watanabe. Y el trío de protagonistas a bordo del Bebop tiene una química eléctrica: El actor John Cho encarna la fanfarronería de Spike, Mustafa Shakir capta el estoicismo de Jet y Daniella Pineda dota a Faye de un candor entrañable.

Pero si la versión de Netflix de Cowboy Bebop entiende el estilo único del original, no puede captar su sustancia, el mismo error cometido por otras malogradas adaptaciones del anime estadounidense. Watanabe mantenía la mayoría de los episodios originales como autocontenidos y sólo esbozaba ligeramente las historias del conjunto, produciendo un programa que se burlaba de la imaginación de sus espectadores. La nueva BebopAndré Nemec, director de la serie, adopta un enfoque más tradicional de Hollywood: El conflicto de Spike con su némesis, Vicious (interpretado por Alex Hassell), impulsa la trama general de la temporada. Jet, Faye e incluso Ein, el corgi adoptado por la tripulación, tienen elaboradas historias de fondo. Estos detalles demuestran el aprecio de los guionistas por la serie original. Bebop pero algunos de ellos pueden parecer fan fiction.

En última instancia, la temporada se presenta como un paquete ordenado de buenos contra malos que elimina el misterio y la melancolía del corazón del original. Tomemos el primer episodio de cada versión: Ambos presentan a una mujer aparentemente embarazada en un asteroide que lleva el nombre de la ciudad mexicana de Tijuana. En el anime, la historia se completa con Spike y Jet reflexionando a bordo del Bebop sobre la comida y el próximo destino. La versión de Netflix comienza con un tiroteo en un casino y termina con la introducción hiperviolenta de Vicious.

Así, el live-action Bebop convierte a sus protagonistas -irónicamente- en héroes de dibujos animados que luchan contra villanos. Los personajes de Watanabe eran en gran medida homenajes a las estrellas de acción y a las mujeres fatales de sus películas americanas favoritas, pero también eran vagabundos sin rumbo y moralmente grises. Spike, Jet y Faye eran antihéroes que tenían se liberaron de las expectativas típicas de la vida adulta y se encontraron viviendo vidas solitarias y relativamente estáticas.

Tal vez quienes no hayan visto nunca el anime encuentren la nueva iteración satisfactoria por sí misma. Entre las muchas adaptaciones de acción real de Hollywood de series de anime, ésta es la que más se acerca a capturar el espíritu de su inspiración. Pero ese honor no hace más que subrayar lo que Hollywood aún no parece entender de la animación japonesa. El mejor anime no se define simplemente por su estética, que Netflix ha aprendido a imitar muy bien. En cambio, la narración emocional, a menudo meditativa, de una forma inusualmente expresiva hace que estos programas sean memorables. La nueva Bebop parece singular pero se siente genérico. Recita la melodía de su predecesor pero no encuentra el mismo ritmo.