¿Pueden Europa y Turquía expulsar a Rusia del Cáucaso?

Si un acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán sobre Nagorno-Karabaj se firma en Bruselas y no en Moscú, será otra derrota geopolítica rusa, escribe Nikola Mikovic.

Nikola Mikovic es analista político en Serbia. Su trabajo se centra principalmente en la política exterior de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, con especial atención a la energía y la «política de oleoductos».

En los últimos 30 años, Rusia ha sido una de las mayores potencias extranjeras que operan en la turbulenta región del Cáucaso Sur. Pero la invasión de Ucrania hace que los dos archienemigos regionales -Armenia y Azerbaiyán- intenten ahora distanciarse de Moscú.

Otros actores globales y regionales, como la Unión Europea y Turquía, pretenden sustituir a Rusia como árbitro principal en la disputa de décadas entre ambos países. Turquía ha apoyado anteriormente a Azerbaiyán contra Armenia, a la que Rusia ha tratado como un aliado nominal. Ahora que el Kremlin está preocupado por su guerra en Ucrania, Turquía intenta cambiar la dinámica y normalizar los lazos con Armenia, a pesar de la amarga historia entre Ankara y Ereván. La Unión Europea, por su parte, intenta aumentar su influencia en el Cáucaso Sur.

El 6 de abril, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, inició una reunión entre el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, y el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan. Los dos líderes se reunieron en Bruselas y discutieron la aplicación de un acuerdo de alto el fuego firmado en Moscú en 2020. El acuerdo puso fin efectivamente a una guerra de 44 días que los dos países libraron por la región de Nagorno-Karabaj, aunque los enfrentamientos esporádicos continúan hasta hoy.

Como resultado de la reunión, Armenia y Azerbaiyán acordaron establecer una comisión fronteriza conjunta que delimitará la frontera entre ambos países y «garantizará una situación de seguridad estable a lo largo de la línea fronteriza y en sus proximidades». En otras palabras, Pashinyan aceptó de facto el plan de cinco puntos de Bakú para normalizar las relaciones con su vecino rico en energía. El documento de Azerbaiyán insta a cada parte a reconocer la integridad territorial de la otra, abstenerse de amenazas, demarcar la frontera y abrir los enlaces de transporte.

Sin embargo, es bastante dudoso que los dos países lleguen a un acuerdo de paz duradero en breve. Los partidos de la oposición armenia se oponen firmemente a cualquier acuerdo que defina a Artsaj (el nombre armenio de Nagorno-Karabaj) como parte de Azerbaiyán. Y lo que es más importante, aunque la posición de Rusia en la escena mundial no es tan fuerte como lo era antes de que Moscú lanzara su guerra en Ucrania, el Kremlin sigue teniendo una importante influencia sobre Ereván.

Como resultado del acuerdo de alto el fuego negociado por Moscú en 2020, unos 2.000 soldados rusos se han desplegado en Nagorno-Karabaj para proteger a los armenios étnicos que aún viven en la región. No es de extrañar, por tanto, que el ministro de Asuntos Exteriores armenio, Ararat Mirzoyan, viajara a Moscú el 8 de abril para reunirse con su homólogo ruso, Sergey Lavrov. En los próximos días, se espera que Pashinyan se reúna con el presidente Vladimir Putin, ya que el Kremlin intentará sin duda preservar su papel de mediador en el Cáucaso Sur.

Por otra parte, Aliyev se apresuró a llamar por teléfono a su aliado, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Tras la segunda guerra del Karabaj, Turquía ha conseguido aumentar su presencia en el Cáucaso Sur. Al mismo tiempo, Moscú y Ankara han establecido un centro de observación conjunto ruso-turco para supervisar el alto el fuego entre Armenia y Azerbaiyán.

Sin embargo, dada la nueva realidad geopolítica, Rusia tendrá dificultades para mantener el statu quo en la región. Aunque Armenia es aliada del Kremlin tanto en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva como en la Unión Euroasiática, un representante armenio no participó en la votación de las Naciones Unidas para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos. Armenia también trabaja activamente en la normalización de las relaciones con Turquía, a pesar de que más de dos tercios de la población armenia se oponen firmemente a establecer relaciones diplomáticas con Ankara.

Sin embargo, el analista político armenio Areg Kochinyan advirtió que «la condición de Estado de Armenia se verá amenazada a medio plazo si el país no normaliza sus relaciones con Ankara y Bakú». De hecho, en las circunstancias actuales, Armenia no puede contar con el apoyo serio de Rusia, por lo que se espera que la nación sin salida al mar, de unos tres millones de habitantes, haga dolorosas concesiones unilaterales a Azerbaiyán, el claro vencedor de la guerra de 44 días.

Bakú pretende ahora aprovechar que Rusia está centrada en su operación militar en Ucrania para ganar terreno en Nagorno-Karabaj. El 25 de marzo,Tras los enfrentamientos entre las fuerzas azerbaiyanas y armenias en la región montañosa, Azerbaiyán estableció el control sobre la aldea de Farrukh, que había estado bajo la protección de la fuerza de paz rusa desde noviembre de 2020. En Bruselas, Pashinyan y Aliyev habrían discutido las acciones de Azerbaiyán, aunque las conversaciones «no condujeron a una evaluación conjunta de la situación.»

Desde la perspectiva de Ereván, el estatus final de Nagorno-Karabaj debería ser objeto de negociaciones, mientras que para Bakú esa cuestión se resolvió en 2020, cuando Azerbaiyán restableció su soberanía sobre una parte importante de la región, así como de las zonas circundantes. Dado que Azerbaiyán cuenta con el firme apoyo de Turquía, mientras que Rusia, aliada de Ereván, no puede ayudarse a sí misma, y mucho menos a Armenia, es poco probable que un futuro acuerdo de paz entre ambos países incluya el destino de Nagorno-Karabaj.

Una cosa es segura: si un acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán se firma en Bruselas, y no en Moscú, será otra derrota geopolítica rusa.