Meat Loaf se adueñó de la balada de poder

Una figura quizá improbable dominó el escenario de los premios Grammy en 1994. Meat Loaf -fallecido el jueves a los 74 años- no era joven, ni moderno, ni alternativo. Tampoco era un veterano adorado por la crítica como Neil Young o Peter Gabriel, dos de sus compañeros nominados en la categoría de mejor interpretación vocal de rock en solitario. Meat Loaf había tenido un álbum de éxito una década y media antes. Sus siguientes discos y su modesta carrera como actor le habían mantenido en el candelero, pero a duras penas. Ahora tenía 46 años, el pelo respetablemente corto y un aspecto tan poco atractivo como el que puede tener alguien y seguir siendo considerado una estrella del rock.

Sin embargo, el single de regreso de Meat Loaf, «I’d Do Anything for Love (But I Won’t Do That)», superó tanto a Young como a Gabriel, por no mencionar a dos de los mayores símbolos sexuales del pop de aquel momento, Lenny Kravitz y Sting. Se convertiría en su canción más conocida, un elemento básico de los bares de karaoke de todo el mundo con su épico y refrescante romance a la antigua. Sin embargo, ganar el premio no fue el momento más memorable de Meat Loaf esa noche. Su interpretación de casi 10 minutos de la canción en los Grammys fue todo lo que el rock ya no debía ser. En una época de rockeros alternativos disfrazados como y , fue grandioso, y fue glorioso.

Marvin Lee Aday, nacido en Dallas y que posteriormente cambió su nombre de pila por el de Michael, tenía sus raíces en el teatro musical. Papeles en Hair y The Rocky Horror Picture Show agudizaron su propensión a las actuaciones más grandes que la vida. Pero bajo el nombre de Meat Loaf, su gran éxito fue el álbum de 1977 Bat Out of Hell. Junto con su socio compositor Jim Steinman, fallecido el año pasado, Meat Loaf convirtió el álbum en una rareza operística de alto concepto y en un triunfo de himnos emotivos y personales. Sintetizó las cualidades de los músicos para los que había sido telonero: el alcance de The Who y el alma terrenal de Janis Joplin. Bat Out of Hell se convirtió en uno de los álbumes más vendidos de todos los tiempos. Y llevó sin reparos la balada potente, siempre considerada un poco cursi, a nuevas cotas.

Después de Bat Out of HellMeat Loaf lanzó una serie de discos menos populares que no consiguieron sacar el máximo partido a su enorme voz y a su personalidad. «I’d Do Anything for Love» apareció en Bat Out of Hell II: Back Into Helluna secuela que tuvo lugar 16 años después del álbum original, y que muchos fans dudaban que llegara a producirse.

Fue la balada más poderosa de todas las baladas. No fue la primera, ni mucho menos la última, pero sigue siendo la apoteosis de la forma. El delicado piano, la guitarra leviatán y el alcance sinfónico son secundarios frente al instrumento más potente de la canción: La voz de Meat Loaf, que puede pasar de un rugido justiciero a un susurro tembloroso en un instante. Cuando canta: «Algunas noches lo pierdo todo cuando te veo bailar y los truenos ruedan», encarna una fuerza elemental. Los proveedores de baladas poderosas a lo largo de la historia del rock, desde Styx hasta Matchbox Twenty, han hecho que muchas de sus confesiones arrolladoras e histriónicas parezcan sin esfuerzo; Meat Loaf, por el contrario, mostraba con orgullo a su público cada mechón de pelo sudado pegado a su frente y cada trozo de corazón en su manga. «I’d Do Anything for Love» no sólo desmintió la idea de principios de los 90 de que el rock había dejado atrás su pasado vulgar al subvertirse a sí mismo con ironía, sino que volvió a conectar a los amantes de la música con una pompa que es esencial para el género.

La popularidad de la power ballad ha sufrido altibajos, pero nunca ha desaparecido del todo. Paul McCartney trabajó con esta forma hace décadas, y Harry Styles lo hace hoy. El género mezcla la inmensidad orquestal con letras que hablan de la soledad del alma humana, y puede sentirse como un oasis de justa seriedad. «I’d Do Anything for Love» suena quizás más absurda hoy que en los 90, y esa es la razón por la que perdura. Como todas las grandes baladas de poder, salpica su emoción en un lienzo fantástico. Es el material de las sinfonías clásicas; Meat Loaf lo convirtió en rock. Al hacerlo, recordó al mundo que la música popular puede transmitir los temas más profundos.

El Grammy no fue el único galardón que recibió Meat Loaf por esta canción. También obtuvo un premio especial en los Brit Awards por «I’d Do Anything for Love», que fue el sencillo más comprado en el Reino Unido en 1993. Nada menos que su colega Elton John le entregó la distinción. Sin embargo, en su discurso de aceptación, Meat Loaf dijo que él era simplemente «uno de los pocos privilegiados» cuyo éxito debería atribuirse a muchos otros. En una entrevista de 2016 con DanMás bien, fue más allá. «No permitiré que usen la palabra leyenda, estrella, o superestrella,» dijo el cantante con su suave acento tejano. «Me considero un ser humano más con un trabajo diferente al del fontanero».

En efecto, Meat Loaf siempre parecía, caminaba y hablaba más como un hombre común que como una singular estrella del rock. Esa falta de pretensiones hacía que sus canciones, que eran terrenales, golpearan aún más fuerte. Las palabras «Sometimes going all the way is just a start» aparecen al principio del vídeo de «I’d Do Anything for Love». Bien podrían haber sido su lema.