Mientras el mundo observa con ansiedad las fronteras de Ucrania, donde Rusia ha acumulado hasta 130.000 soldados, la pregunta que se hacen muchos es qué quiere Vladimir Putin y qué está dispuesto a hacer para conseguirlo. La respuesta tiene implicaciones inmediatas para Estados Unidos, Europa y la alianza militar de la OTAN, cuya posible expansión en Ucrania y en el espacio postsoviético más amplio es considerada por Moscú como una amenaza.
Pero nadie se verá más afectado por el actual enfrentamiento que el pueblo ucraniano, para el que la perspectiva de una guerra con Rusia no es una posibilidad, sino una realidad siempre presente. Ucrania lleva ocho años al borde de la guerra total. En 2013, la revolución del Maidán derrocó al gobierno prorruso de Ucrania. Al año siguiente, Rusia invadió y posteriormente anexionó la región de Crimea y dio un respaldo crucial a los movimientos separatistas armados en el este de Ucrania. Desde entonces, las fuerzas ucranianas luchan contra los separatistas apoyados por Rusia a lo largo de la frontera de facto de ambos países. Más de 14.000 personas, muchas de ellas civiles, han muerto como consecuencia del conflicto. Los que fueron llamados a la línea del frente ucraniano no eran sólo oficiales militares profesionales, sino también ingenieros, carpinteros, camareros, bomberos y estudiantes. Estos soldados civiles, cuyos retratos fueron capturados por los fotógrafos Jean-Marc Caimi y Valentina Piccinni entre 2014 y 2015, muestran el coste humano de la interminable crisis de Ucrania. «Si la guerra vuelve a estallar», dijo a Caimi y Piccinni la semana pasada Oleksandr Poida, un ex soldado que sirvió en Afganistán, «cientos de miles de vidas están en peligro.»
Muchas de las personas fotografiadas dijeron que están listas para volver a su vida civil. Pero con la amenaza de otra incursión rusa en ciernes, y con las conversaciones diplomáticas entre el Kremlin y Occidente aún en curso, no está claro que puedan abandonar el campo de batalla a corto plazo. Maksym Kozub, un intérprete convertido en comandante de pelotón que fue herido en la región ucraniana de Donbás, ocupada por Rusia, en 2014, dijo a Caimi y Piccinni que estaría preparado para volver a la guerra una vez completada la rehabilitación de su brazo izquierdo, cuyo hueso quedó destrozado tras ser alcanzado por la bala de un francotirador. Tal y como lo ven los soldados como él, lo que está en juego no es sólo la soberanía de Ucrania, a la que Putin ha demostrado tener poca consideración, sino también el futuro de su democracia.
«Tenemos que reforzar y desarrollar nuestra capacidad de defensa utilizando cualquier apoyo que nos proporcionen nuestros socios, pero también entendiendo que nadie hará nuestro trabajo», dijo Kozub. «Al mismo tiempo, debemos seguir desarrollando adecuadamente a Ucrania como un país democrático moderno… No debemos pensar sólo en la guerra».
Si la guerra llega a Ucrania, Kozub confía en que él y sus compañeros puedan ganar. «Soy bastante optimista sobre nuestra capacidad para defender a Ucrania», dijo. «Pero no soy muy optimista sobre el futuro más próximo en muchos otros aspectos».