La película más terrorífica del año no es de terror

Los humanos no presenta fantasmas, monstruos ni poltergeists. No está ambientada en una casa encantada, en un edificio abandonado o en una zona de bosques sombríos. Y, sin embargo, podría ser la película más terrorífica del año.

Basada en la obra de Stephen Karam, ganadora de un Tony, y adaptada y dirigida por el propio Karam, Los humanos se centra en la familia Blake, que se reúne en el bajo Manhattan para una cena de Acción de Gracias. El ambiente es tan cálido como un horno roto. Deirdre (Jayne Houdyshell, que retoma brillantemente su papel en la obra de teatro) y Erik (Richard Jenkins) han conducido durante horas para visitar a su hija menor, Brigid (Beanie Feldstein), en su nuevo apartamento, donde vive con su novio, Richard (Steven Yeun), pero todo lo que han recibido por su viaje son escuetos agradecimientos y champán barato en vasos de plástico. Aimee (Amy Schumer), su hija mayor, todavía se está recuperando de una reciente ruptura y de los contratiempos en su carrera, mientras que Momo (June Squibb), la madre de Erik, tiene demencia y debe ser cuidada en todo momento. El escenario no ayuda: La casa de Brigid y Richard es un espacio de paredes finas que induce a la claustrofobia y que apenas deja pasar la luz natural. Cada miembro de la familia tiene algo que desahogar, y es como si su miedo colectivo hubiera impregnado el premonitorio local. ¿O es al revés?

La atmósfera inquietante de la obra de teatro se amplía de forma fantástica en la pantalla, convirtiendo el retrato de la difícil noche de una familia americana en algo grotesco. Los primeros planos se detienen en las características ruinosas del apartamento: hay grietas en el techo, manchas de agua en las paredes y pústulas de pintura que amenazan con estallar. El diseño de sonido, cortesía del ganador del Oscar Skip Lievsay, es una estrella inesperada del espectáculo: El apartamento parece inquietantemente vivo en comparación con la ciudad extrañamente silenciosa del exterior, con golpes y estruendos que asustan a los vecinos. Más de una vez me sorprendí agarrando los reposabrazos, aterrorizado. Los humanos empezó a emitirse en Showtime y en los cines el día antes de Acción de Gracias, pero la película no está hecha para verla en familia.

Después de todo, esta no es simplemente una película sobre una familia disfuncional, sino una hábil disección de esa disfunción. Los Blake comparten un malestar que se está gestando: dónde están, con quién están y el equipaje que deberían deshacer, pero que no se atreven a tocar. Todos parecen asfixiados por sus pensamientos: Erik ha tenido una pesadilla recurrente, Deirdre se siente infravalorada y Brigid está ansiosa por demostrar su independencia a sus padres. Todos se revuelven de habitación en habitación, como si buscaran un lugar para calmar sus nervios.

Pero Los humanos obtiene su tensión más potente de la forma en que cada uno de los Blake trata de suprimir su temor, dejando que se encone y que luego aflore en un comportamiento cruel. Cuando Erik finalmente revela los detalles de su pesadilla -que tienen su origen en el recuerdo de los atentados del 11-S- se burla de él. Brigid, resentida porque sus padres no le ayudan a pagar su vida en la ciudad, critica la forma de comer de su madre, un tema que sabe que le hará daño. Aimee, tratando de desviar la atención de sus problemas personales, bromea diciendo que la familia tiene «mucha tristeza estoica», una ocurrencia que acaba calando en todos ellos. Los Blake se preocupan los unos por los otros, pero se tratan con insensibilidad, intercambiando las púas que sólo pueden venir de conocerse tan bien.

El argumento del guión de Karam es ligero, limitado a una sola noche, pero su vívida dirección -junto con su impresionante reparto- sumerge el asunto en lo surrealista. La cámara sigue a los personajes mientras recorren el apartamento, encuadrándolos en los portales o filmándolos a través de un cristal sucio, distorsionando sus rasgos. Cuando los vecinos pasan por la puerta principal, proyectan sombras que los hacen parecer fantasmas. Las luces parpadean, la noche parece caer más rápido dentro del apartamento, y el tramo final de la película presenta momentos de oscuridad total y desorientadora. En estos momentos dramáticos, Karam deja claro que los Blake están embrujados, no por el apartamento, sino el uno por el otro.

Lo espeluznante de Los humanos transmite una idea más amplia sobre la intimidad de la vida familiar. La inestable dinámica de los Blake -sus asideros pasivo-agresivos y sus valoraciones despreocupadas- podría considerarse normal, pero al utilizar técnicas cinematográficas normalmente reservadas a las historias de fantasmas, Karam desafía esa normalidad. Lo que da miedo, sugiere, es lo acostumbrada que está la gente a esa toxicidad. La verdadera amenaza es nuestra capacidad de tolerar la maldad de las personas que más queremos.

Tarde en Los humanos, Brigid y Richard suben a la azotea para tomar el aire. De pie, por encima del edificio, pueden por fin contemplar los pintorescos púrpuras y rojos de la puesta de sol que el apartamento les impide ver. El cielo es inmenso, y ellos parecen agotados pero aliviados, como dos fugitivos de una casa encantada. Probablemente deberían quedarse allí, al menos el tiempo suficiente para reflexionar sustancialmente, pero, por supuesto, no tardan en volver a bajar las escaleras. Cuando estás tan acostumbrado a tu pesadilla, no te das cuenta de que deberías despertarte.