Fit for 55: ¿un peldaño o un escollo?

El camino hacia las transiciones digital y ecológica debe trazarse cuidadosamente y todas las propuestas legislativas en el marco de Fit for 55 deben someterse a un exhaustivo control de competitividad para conservar el apoyo público y empresarial, sostiene Stefano Mallia.

Stefano Mallia es presidente del Grupo de Empresarios del Comité Económico y Social Europeo

No cabe duda de que el mayor reto que tenemos por delante es el del cambio climático y que abordarlo tendrá enormes implicaciones financieras, sociales y medioambientales. El margen para los errores y los retrasos se ha vuelto extremadamente pequeño y, sean cuales sean los pasos que demos en esta dirección, deben emprenderse de forma correcta y oportuna.

Los objetivos climáticos revisados para 2030, propuestos en el informe de la Comisión Europea Fit for 55 package, afectarán de forma desigual a las empresas y a las personas en toda Europa. Por eso tenemos que asegurarnos de que el paquete sea un importante peldaño, y no un escollo, hacia una economía europea con cero emisiones netas en 2050.

Para ello, la Comisión Europea debe llevar a cabo un mapeo granular de los impactos de las transiciones digital y verde, mientras que todas las propuestas legislativas en el marco de Fit for 55 deben someterse a un control exhaustivo de la competitividad. Esto ayudará a garantizar que cada paso que demos sea sostenible y nos permita continuar en la tan necesaria senda del crecimiento.

El rápido cambio hacia una economía descarbonizada conllevará enormes desafíos para los ciudadanos, los trabajadores, las empresas y las regiones, en particular las que más dependen de los sectores e industrias intensivos en carbono. Si no se abordan suficientemente, esto podría dar lugar a un aumento de las desigualdades y provocar procesos de reestructuración masiva, desempleo y desindustrialización de los territorios. No menos importante, esto podría crear una falta de aceptación social y una reacción política de los ciudadanos de la UE contra la agenda europea del Green Deal.

Además, adoptar un modelo que no conduzca a un crecimiento basado en el Desarrollo Sostenible no haría más que aislarnos en el ámbito internacional. Esto significaría que nuestro modelo europeo habría fracasado creando el espacio para que otros competidores globales tomaran el liderazgo. Si esto ocurriera, tendríamos que seguir un modelo dictado y decidido por nuestros competidores.

La comunidad empresarial es plenamente consciente de las amenazas climáticas y está dispuesta a tomar las medidas necesarias para alcanzar el objetivo de reducción del 55%.

Sabemos que el Green Deal nos ofrece una oportunidad única para construir un futuro más fuerte y sostenible y las empresas europeas deben ser parte integrante de todas las soluciones que se adopten. El sector privado está preparado para desempeñar su papel e invertir en las infraestructuras y tecnologías necesarias, y crear nuevos puestos de trabajo. De hecho, ya se está produciendo una inversión privada masiva.

Sin embargo, también sabemos que las tecnologías con bajas emisiones de carbono requieren una enorme inversión de capital y, en la mayoría de los casos, conllevan mayores costes financieros de explotación y riesgos tecnológicos que las tradicionales. Esto requiere un marco regulador de la inversión predecible, que puede facilitarse si todas las nuevas legislaciones se someten a un control de competitividad para que se comprendan bien todas las implicaciones para la empresa.

Como subraya la Agencia Internacional de la Energía, la mayor parte de las reducciones mundiales de las emisiones de CO2 hasta 2030 proceden de tecnologías fácilmente disponibles en la actualidad. Pero en 2050, casi la mitad de las reducciones tendrían que proceder de tecnologías que se encuentran actualmente en fase de demostración o de prototipo. En la industria pesada y en el transporte de larga distancia, la parte de las reducciones de emisiones procedentes de tecnologías que aún están en fase de desarrollo es aún mayor. Por lo tanto, es crucial que la normativa allane el camino para el desarrollo y la aceptación en el mercado de las nuevas tecnologías.

Además, las decisiones de inversión para cumplir los objetivos de 2030 tendrán que tomarse en un momento en que la economía europea aún se está recuperando de la crisis económica provocada por la pandemia. Por lo tanto, es esencial que la UE encuentre el equilibrio adecuado entre el Green Deal y el Fondo de Recuperación y Resiliencia para impulsar las inversiones en tecnologías y prácticas orientadas al futuro.

Las mipymes tienen el potencial de acelerar la innovación en productos y soluciones para descarbonizar la economía europea. Muchas MIPYMES serán las adoptadores tempranos de los nuevos modelos de negocio y deben ser apoyados para garantizar que su innovación no suponga una desventaja competitiva.  Este apoyo debe ayudar a las empresas que están accediendo a las tecnologías para descarbonizar sus procesos de producción, transformación, refabricación y distribución. También debe respetar los principios de equidadacceso a las herramientas de financiación de las MIPYMES y debe basarse únicamente en los objetivos climáticos.

Para facilitar la inversión masiva requerida en electricidad con cero emisiones de carbono, las empresas también necesitan visibilidad ante las señales e instrumentos del mercado a largo plazo. Uno de los mayores obstáculos para el despliegue de proyectos de energías renovables son los largos y complejos procedimientos de autorización. El Grupo de Empresarios apoya las medidas que está tomando la Comisión a este respecto.

Está claro que Europa debe aprovechar su posición actual como líder en materia de cambio climático actuando como catalizador de la innovación. Dado que la UE cuenta con una considerable experiencia técnica, debemos asumir el liderazgo industrial en la economía verde. La acción exterior de la UE o la diplomacia climática desempeñarán un papel importante en la promoción de normas medioambientales estrictas en el mercado mundial.

De hecho, la competitividad de la UE debería ir de la mano de la garantía de que los competidores, tanto dentro como fuera de la UE, se adhieran a las normas medioambientales y sociales más estrictas.

Garantizar la competitividad no debe malinterpretarse como una excusa para operar con el mínimo común denominador en términos de normas ecológicas, en un mercado global. Esto exige una estrategia coherente para aumentar la exportación de bienes y servicios con bajas emisiones de carbono desde la UE a terceros países.