El largo fin de semana que cambió la historia

La invasión no provocada de Vladimir Putin no sólo ha provocado una resistencia entre los ucranianos que está inspirando al mundo. También ha desencadenado una serie de cambios geopolíticos sorprendentes por su escala y rapidez. El mundo no es el mismo hoy que la semana pasada, y aunque el curso de la invasión de Putin y de la política rusa sigue siendo incierto, no habrá una reversión total del statu quo global. La era posterior a la Guerra Fría que comenzó en 1991 puede haber terminado.

Hace apenas unos días, Rusia era considerada en Washington, D.C., y en las principales capitales europeas como una potencia hosca y revisionista, dirigida por un presidente descontento con el lugar que ocupa su país en el mundo, pero que en general optaba por el pragmatismo y el oportunismo antes que por el salvajismo descarado. Este sentimiento se ha transformado de la noche a la mañana, y los líderes occidentales ven ahora a Moscú como un peligro claro y presente. La guerra de agresión de Putin en Ucrania es la prueba evidente, pero no la única. Rusia amenazó con «consecuencias militares y políticas» contra Finlandia y Suecia en caso de que se unieran a la OTAN, y puso las fuerzas nucleares en alerta. Hace apenas unos días, los líderes europeos visitaron Moscú para discutir el acuerdo internacional que pretendía poner fin a su último asalto territorial en Ucrania, en 2014. Ya no hay gobiernos que no confíen ni toleren el régimen de Putin.

Las economías del mundo, excepto China, se han combinado para infligir daño a la economía rusa con notable rapidez, fomentando una crisis financiera y promulgando restricciones a las importaciones rusas que afectarán a todos sus ciudadanos. Las sanciones impuestas al banco central de Rusia, por sí solas, podrían forzar al país a un impago de su deuda soberana. Las preocupaciones anteriores sobre los riesgos que podrían perjudicar a los países que salgan de la recesión inducida por el COVID han sido desechadas. También lo han hecho las preocupaciones de que la agitación económica pueda provocar disturbios dentro de Rusia, con implicaciones desconocidas.

El papel militar de Alemania, durante mucho tiempo infravalorado, y los bajos presupuestos de defensa también son cosas del pasado. Olaf Scholz, el recién elegido canciller, anunció un aumento puntual del gasto en defensa de 100.000 millones de euros, y se comprometió a destinar el 2% del PIB alemán a la defensa anualmente. Como resultado, la agresión de Putin logró en días lo que décadas de arengas de los presidentes estadounidenses no pudieron. «Debemos poner fin a los belicistas como Putin», dijo Scholz dijo. «Eso requiere nuestra propia fuerza». En términos de seguridad, esto bien puede marcar el nacimiento de un nuevo post-de la posguerra fría- de Alemania.

La neutralidad también está en declive. Finlandia y Suecia están firmemente alineadas con Occidente y en contra de Moscú, y la invasión puede inclinarlas a entrar en la OTAN. Los responsables políticos de ambos países están discutiendo abiertamente esta posibilidad -de ahí la amenaza preventiva de Moscú- y, por primera vez, una mayoría de finlandeses está a favor de unirse a la alianza. Incluso si Helsinki y Estocolmo no firman como aliados, ya han comenzado a colaborar con la OTAN más estrechamente que nunca. Ambas, por ejemplo, están enviando armas a Ucrania.

Incluso la neutral Suiza -suiza- congelará los activos rusos como consecuencia de la agresión de Moscú. «El ataque de Rusia es un ataque a la libertad, un ataque a la democracia, un ataque a la población civil y un ataque a las instituciones de un país libre», dijo el fin de semana el presidente del país, Ignazio Cassis. «Esto no puede ser aceptado». Las protestas a gran escala en las calles de Berna, que expresaban la repulsa popular a la invasión, ayudaron a centrar las mentes en un país que ha sido esencialmente militarmente neutral desde 1516.

Los cambios repentinos se extienden más allá de Europa. Las sanciones impuestas ahora a Rusia son globales, con Japón, Corea del Sur, Australia, Canadá, Singapur y otros países uniéndose al bloque antiagresión. Turquía, que anteriormente mantenía relaciones cordiales con Rusia, ha denunciado la «guerra injusta e ilegal» de Moscú y bloqueará el paso de los buques de guerra rusos al Mar Negro. La Asamblea General de la ONU convocará una sesión de urgencia, por primera vez en 40 años, para debatir la crisis.

Luego está China, la superpotencia que hace apenas tres semanas declaró una asociación «sin límites» con Rusia. Los dos gobiernos publicaron entonces un manifiesto revisionista, en el que se comprometían a apoyarse mutuamente para asumir el lugar que les corresponde en el sistema internacional. Con Putin demostrando los brutales pasos que está dispuesto a dar en esa búsqueda, Pekín queda ahora muy expuesto. Mientras numerosos países ricos, poderosos y unidos se oponen a la agresión de Moscú, China se ha puesto del lado de una Rusia imprudente que se verá cada vez más aislada y empobrecida.

La Unión Europea,que durante dos décadas habló de asumir un papel militar con muy poco que mostrar, ha cruzado su propio Rubicón. El fin de semana anunció que proporcionará armas letales, incluidos aviones de combate, a Ucrania. «Por primera vez», dijo la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, «la UE financiará la compra y entrega de armas y otros equipos a un país que está siendo atacado. Es un momento decisivo».

El tratamiento global de Rusia puede marcar el más profundo de todos estos cambios. Es el país más grande del mundo por su geografía, una potencia petrolera y de gas con el mayor arsenal nuclear del planeta. Sin embargo, una cortina está descendiendo a su alrededor, desconectando a los rusos de los beneficios de la globalización, como el comercio, los viajes, las finanzas y la tecnología. El resultado será una Rusia más pobre, aislada y débil. Los gobiernos ya no intentan alterar el comportamiento de Rusia, sino que tratan de disminuir su capacidad de proyectar poder.

Todo esto ocurrió durante un fin de semana largo.

No podemos estar seguros de cuál de estos cambios trascendentales se mantendrá finalmente. La guerra y las reacciones a ella siguen siendo incipientes. Nadie puede decir definitivamente qué tipo de mundo emergerá de las cenizas en Ucrania.

Pero ya se han perfilado algunos contornos geopolíticos, y son drásticamente diferentes de los antiguos. Lenin dijo una vez: «Hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas». Esta es una de esas semanas.