Mientras luchamos contra la guerra de desinformación de Vladimir Putin sobre el impacto de las sanciones en el suministro mundial de alimentos, no debemos caer en la otra trampa conceptual: que la inseguridad alimentaria desaparecerá cuando dejemos atrás la guerra.
Hace sólo dos años, el Comisario de Medio Ambiente de la UE, Virginijus Sinkevičius, escandalizó a las partes interesadas en la agricultura al decir que la seguridad alimentaria ya no era una preocupación importante para Europa.
Muy criticadas entonces, esas palabras no demostraron estar equivocadas.
La cadena de abastecimiento del continente sobrevivió a un choque considerable con la pandemia y ahora está mostrando su resistencia: A pesar de la guerra que se libra a sus puertas, la disponibilidad de alimentos no está realmente en juego.
Como declaró la Comisión Europea en un informe reciente, «la UE es en gran medida autosuficiente en materia de alimentos, con un enorme superávit comercial agroalimentario, y cabe esperar que el mercado único de la UE demuestre una vez más su papel en la absorción de los choques.»
Aun así, el concepto de seguridad alimentaria está en boca de todos, y no nos libraremos de él pronto.
Esto se debe a que, incluso antes del conflicto, los precios mundiales de los alimentos habían subido durante dos años, así como los costes de los insumos agrícolas, como los fertilizantes.
En particular, el aumento del precio de los fertilizantes comenzó a superar el aumento de los precios de los alimentos a principios de 2021, mucho antes del estallido de la guerra en Ucrania.
Asimismo, los elevados costes de la energía, el aumento de los tipos de interés y el riesgo de estanflación -una combinación de inflación de precios y lento crecimiento económico experimentada en la década de 1970- estaban presentes incluso antes de la invasión a gran escala de Putin.
Y hay otros factores que afectan a la seguridad alimentaria, como los cambios climáticos y medioambientales radicales o las condiciones meteorológicas extremas, que deberían considerarse más una constante futura que algo extraordinario.
Lo que está ocurriendo en Ucrania, y los efectos en cadena sobre el suministro mundial de alimentos, demuestran que el actual sistema alimentario basado en la total dependencia de los mercados de productos básicos ha empezado a mostrar algunas grietas.
Algunos países, como la India en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio (OMC), están desafiando ahora el sistema, presionando a favor de la constitución de reservas públicas de productos agrícolas con fines de seguridad alimentaria, en lugar de mantener abierto el comercio agrícola cueste lo que cueste.
Pero también es cierto que tales medidas proteccionistas han demostrado no resolver las crisis anteriores, aumentando en cambio la incertidumbre y la fragilidad.
Es un poco la paradoja de la inseguridad alimentaria moderna: mantener los flujos comerciales abiertos significa arriesgarse a no tener alimentos en los países con riesgo de hambre, pero los flujos de mercancías sirven para mantener vivo el sistema y evitar un agravamiento de las crisis.
La única herramienta de la que disponen los países es influir en los precios del mercado aumentando o disminuyendo la producción, y ésta es la razón del reciente impulso a la productividad agrícola a nivel mundial.
La producción agrícola, en esta fase, sigue siendo una poderosa herramienta geopolítica, y la dependencia de la productividad agrícola también tiene como objetivo ganar una carrera geopolítica, no sólo hacer frente a la escasez de alimentos.
Dado que el mundo no cuenta con una gobernanza alimentaria global con (costosas) reservas comunes de alimentos, es sólo una cuestión de quién produce más, ya que la gestión regional de los recursos siempre ha llevado a una confrontación abierta.
Cualquier debate sobre la seguridad alimentaria debería ser muy claro en este aspecto. La presión sobre la producción no se debe a que no tengamos suficientes alimentos para comer. Su objetivo es influir en los precios de los mercados de productos básicos.
Eso significa que la inseguridad alimentaria es sobre todo un problema de asequibilidad de los alimentos en ciertas partes del mundo, con el consiguiente riesgo de aumentar los conflictos sociales.
Pero lo preocupante es que, aparte de este impulso a la producción -que es una medida a corto plazo para influir en los precios-, hay pocas ideas claras para reorganizar la dinámica de los flujos mundiales de mercancías a largo plazo.
Los factores que conducen a la inseguridad alimentaria están aquí para quedarse, al igual que la propia inseguridad alimentaria.
Y es que, mientras vivimos el inicio del colapso del actual orden alimentario mundial, no hay otro modelo alternativo a la vista.
El resumen
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