La descarbonización del mundo requiere que las empresas petroleras, gasísticas y mineras se abran al escrutinio. La UE tiene una oportunidad de oro para lograrlo, y debe aprovecharla, escribe Caroline Avan.
Caroline Avan es responsable de incidencia política en Oxfam. También es autora de varios informes sobre el sector extractivo francés y es coordinadora de Publish What You Pay (PWYP) Francia.
Ante la realidad de la crisis climática, más europeos quieren vivir de forma sostenible.
Quieren saber que lo que consumen no perjudica a las personas ni al planeta: que los alimentos que comen, la ropa que llevan, los coches que conducen y la energía que queman no alimentan los abusos contra el medio ambiente y los derechos humanos en todo el mundo. Quieren saber si las empresas petroleras y de gas que impulsan el cambio climático se lo toman por fin en serio. No son los únicos: inversorestambién se hacen las mismas preguntas. Pero, ¿cómo pueden saberlo?
Una forma -al menos parcialmente- es a través de la Directiva de Información No Financiera (DNIF). Adoptada en 2014, exige a las grandes empresas de la Unión Europea que divulguen información sobre el impacto social, de derechos humanos y medioambiental de sus negocios. Pero hace tiempo que claro que estos requisitos son inadecuados, sobre todo porque dejan demasiado a la discreción de las empresas. La UE los está revisando actualmente: sustituyendo la NFRD por la Directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD).
Hasta ahora, la Directiva recorrido legislativo ha pasado desapercibido. Pero aunque sus detalles técnicos puedan parecer arcanos, sus consecuencias en el mundo real podrían ser enormes.
El eurodiputado del Grupo Renovador Pascal Durand, como ponente del Parlamento Europeo para la Directiva sobre Seguridad y Salud en el Trabajo, desempeña un papel clave en la definición de la posición del Parlamento sobre la legislación. El eurodiputado cree que podría marcar un momento de transformación para el capitalismo, ya que las sociedades empujan a las empresas a vivir dentro de los recursos limitados del planeta. “Ya no se puede valorar una empresa únicamente por su capacidad de obtener beneficios a corto plazo”, dijo Durand en una entrevista reciente.
Ambiciones climáticas enterradas
El borrador de la propuesta de DRSC que la Comisión Europea presentó a principios de año presenta ya varias mejoras, pero se queda corto en otros aspectos.
El texto está siendo examinado ahora por el Parlamento Europeo, y debe elevar el listón para hacer frente al extraordinario desafío que representa en particular la emergencia climática. En concreto, debe dirigirse a las empresas que más contribuyen a ella y a las que desempeñarán un papel crucial en el paso a un planeta con bajas emisiones de carbono.
En otras palabras, para que sea eficaz, el DRSC debe dar prioridad a las empresas de carbón, petróleo, gas y minería: las que extraen los combustibles fósiles que causan el calentamiento global, cuya producción debe ser reducirse drásticamente para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C. También debe dirigirse a las empresas que extraen los minerales de transición necesarios para las turbinas eólicas, los paneles solares, los vehículos eléctricos y otras tecnologías de energía limpia de las que dependeremos cada vez más.
La Comisión ya ha señalado que, con el tiempo, se impondrán nuevas obligaciones de transparencia a sectores específicos, pero no está claro si se impondrán normas específicas a las empresas de carbón, petróleo, gas y minería, ni cuándo. Sin embargo, es indiscutible que hay que dirigirse a ellos. En la COP26, combustibles fósiles se mencionaron para la primera vez en el acuerdo alcanzado por casi 200 naciones.
Y sin embargo, sólo 23% de las principales empresas energéticas y de extracción de recursos de la UE han establecido objetivos detallados con base científica que se alinean con el Acuerdo Climático de París. Además, solo el 27% de estas empresas han expuesto públicamente los riesgos que sus operaciones suponen para los derechos humanos.
Estos riesgos y otros detalles financieros clave que describen cómo se reparten los ingresos entre los países y las empresas suelen estar enterrados en contratos secretos entre las empresas y los gobiernos. Sin embargo, sin esta información, el público no puede hacer que las empresas rindan cuentas y garantizar que dejen de contribuir a la destrucción continua del planeta y a las violaciones de los derechos humanos.
Oportunidad de oro
El CSRD ofrece una oportunidad de oro para rectificar esta situación.
Pero para aprovechar esta oportunidad y garantizar que la CDS se adecue a su propósito, deben incluirse medidas concretas, como han hecho 12 destacadas organizaciones de la sociedad civil, entre ellas Oxfam, Publish What You Pay, Natural Resource Governance Institute y Global Witness esbozado.
Entre ellas se incluye la obligación de establecer normas específicas de divulgación de la sostenibilidad para las empresas petroleras, gasísticas y mineras. Éstas deberían contener normas que las obliguen a revelar la totalidad de sus reservas de combustibles fósiles y las emisiones asociadas, sus proyecciones de producción -y la correspondiente eliminación de los combustibles fósiles-, las emisiones de gases de efecto invernadero, y cómo planean la transición a un mundo con bajas emisiones de carbono, incluyendo si se apoyarán en alguna compensaciones o tecnologías de emisiones negativas para hacerlo. Es vital que estas divulgaciones se hagan a nivel de proyecto para comprender plenamente su impacto.
También se debe exigir a las empresas extractivas que describan los impactos específicos de sus operaciones en materia medioambiental, social, de gobernanza y de derechos humanos. Como la publicación de los contratos extractivos ha se ha convertido en la norma mundialla Unión Europea tiene la oportunidad de subirse al tren y convertirlo en un requisito obligatorio.
La larga historia de miseria que las explotaciones petrolíferas, de gas y mineras suelen acarrear a las comunidades de su entorno es bien documentada. Y a medida que las empresas se apresuran a explotar minerales de transición, como el cobalto y el litio, esta historia se repite.
De la niños de tan solo siete años en la República Democrática del Congo, que extraen el cobalto utilizado en las baterías recargables de los coches eléctricos, a nuevas fuentes de degradación del medio ambiente en los países de extracción como resultado de la frenética extracción de minerales, no debemos ignorar el sombrío peaje humano -así como medioambiental- de la carrera hacia un planeta más verde.